LA CAPTURA CRIMINAL DEL ESTADO. UNA HISTORIA MEXICANA.
Publicado el 20/11/2014 Por Héctor Aguilar Camín
Artículo escrito para
el congreso "La Paz Alterada", organizado por El Colegio de
Michoacán, celebrado en Zamora Mich, del 23 al 25 de octubre de 2014.
Es una exageración decir que México ha vivido los primeros
años del siglo XXI una guerra civil. Quizá sea también una exageración sostener
lo contrario. La llamada guerra contra las drogas mexicana ha sido a su manera
una guerra civil: de las bandas del crimen organizado entre sí, y de estas con
las fuerzas de seguridad del estado.
Complementaria de esta explicación es la de Eduardo Guerrero
sobre la estrategia misma de la guerra que fue fragmentar a las grandes bandas
del narcotráfico para volverlas pandillas más manejables, aunque acaso más
violentas, que pudieran ser neutralizadas en el ámbito local. La política de
descabezamiento de las organizaciones criminales fue un surtidor de violencia,
debido a la lucha interna por el poder que seguía al descabezamiento y por la
agresión de las bandas rivales suponiendo débil a la descabezada. Algo
semejante, aunque de menor intensidad, producía cada gran decomiso de
cargamentos de drogas prohibidas. Era atribuido por los afectados a
complicidades de las bandas rivales con la autoridad o a delaciones internas.
En ambos casos había que extender castigos ejemplares que no eran otra cosa que
ejecuciones.(4)
Todo empieza en el narcotráfico pero no todo regresa a él.
Al principio, hasta los años cuarentas del siglo pasado, el narcotráfico tiene
en México la forma de redes familiares toleradas, cuando no organizadas, por
políticos y autoridades locales. Para los años ochentas del siglo pasado,
cuando se cierra la ruta del Caribe y México se vuelve un lugar de paso
alternativo a la cocaína colombiana, el negocio crece. Adquiere la forma de una
primera red monopólica, análoga a la del poder hegemónico del Estado, en cuyo
seno el narcotráfico tiene cómplices del tamaño de la policía política del
régimen, la Dirección Federal de Seguridad, radicada en la secretaría de
Gobernación, cuyos comandantes muestran a los jefes del narco sinaloense el
camino de la ciudad de Guadalajara, y apadrinan su traslado en los años
ochentas.(5) La hegemonía sinaloense es desmontada por el propio Estado, en los
mismos años ochenta, a raíz del asesinato del agente de la DEA Enrique
Camarena, en 1985, precisamente en Guadalajara. El asesinato crea un problema
diplomático y convierte en persecución la antigua tolerancia y la antigua
complicidad con los narcos. La destrucción del incipiente monopolio, cuyo líder
es un antiguo policía, Miguel Ángel Félix Gallardo, deja en el negocio un
escenario de bandas rivales, hijas de la misma mata. Desde la prisión, Félix Gallardo convoca a un
encuentro en Acapulco para que sus bandas herederas se repartan pacíficamente
el negocio. El reparto encumbra a personajes menores que con el tiempo serán
legendarios del narcotráfico mexicano:. Los hermanos Arellano Félix reciben
Tijuana, Sinaloa es para Ismael El Mayo Zambada Héctor El Güero Palma y Joaquín
El Chapo Guzmán; Ciudad Juárez para Amado Carrillo, el futuro Señor de los
Cielos, y Tamaulipas para la banda del Golfo, un gang de viejos contrabandistas
que incursiona en el narcotráfico tarde, a final de los ochentas, aprovechando
justamente el vacío sinaloense,
El reparto se acuerda pero no se cumple. Pronto las bandas
herederas luchan entre sí. La pequeña historia de sus rupturas formaría un
libro de intensidades shakesperianas. La destrucción del monopolio rompe la
posibilidad de un manejo centralizado del negocio, mejor opción para la paz
pública que la guerra intestina que siguió. Digamos para economistas ortodoxos
que en el caso de los mercados ilegales lo que conviene a la sociedad y a los
consumidores no es la competencia sino el monopolio. La presencia y la
permanencia en esos mercados se consigue a tiros. Lo que puede esperarse de una
mayor competencia en ellos no son mejores precios sino mayor violencia.
La guerra de las bandas domina los años noventa, pero da un
salto cuántico al empezar el nuevo siglo cuando la presión de la guerra
intestina lleva al Cártel del Golfo a hacerse de un brazo armado sin
precedentes, formado por militares venidos de cuerpos especiales del ejército.
Este hecho singular da carta de ciudadanía al grupo de sicarios que cambia para
siempre la lógica y la intensidad de la violencia del narcotráfico en México.
Ese grupo de sicarios son los Zetas.
Volveré con detalle al momento de la creación de los Zetas,
pero la explicación de su impacto requiere un contexto.
Al empezar el siglo XXI, diversos hechos convergen para
debilitar al Estado y potenciar la guerra de las bandas.
El año 2000 es el de la primera alternancia pacífica en el
poder que registra la historia de México. Termina ahí la hegemonía del PRI y
aparece la realidad institucional que esa hegemonía encubre, a saber: la de un
gobierno débil si no cuenta con las facultades extralegales que lo hacían
fuerte en los hechos. Buena parte de su eficacia era su arbitrariedad. La
pluralidad del congreso, donde el nuevo gobierno federal es minoría desde 1997,
y la permanencia en la mayor parte de los gobiernos locales de gobernadores de
origen priista, agudiza la debilidad federal y da lugar a formas extrañas de
autonomía política en los estados. La naciente democracia mexicana ve
propagarse una forma de federalismo en la que los estados son menores de edad
en dos cuestiones centrales del gobierno: cobrar impuestos y aplicar la ley.
Cuando se trata de contener a las bandas del narcotráfico en su expansión
territorial, los gobiernos locales --sus policías, sus aparatos de seguridad y
de procuración de justicia-- son fáciles presas del terror y del dinero.
Sobre esta debilidad institucional, crece la tormenta
perfecta de la guerra contra él, alimentada por los siguientes hechos:
1. 1995. Estados Unidos adopta una política de sellamiento
de su frontera sur. Se propone cerrar el paso de dos de las cosas que más
compra de México: droga y mano de obra, ambas prohibidas. Entre 2001 y 2008
Estados Unidos duplica el número de agentes de la Patrulla Fronteriza. El cruce
de la frontera se vuelve más duro y más caro. Se duplica también el número de
migrantes que mueren queriendo cruzar por lugares cada vez más peligrosos: 263
en 1998, 463 en 2012. La política de sellamiento incluye la de deportación.
Durante el último gobierno de George Bush el número de mexicanos deportados
crece hasta los 400 mil por año. Como parte de esa ola, entre 2002 y 2008
aumentan 35 por ciento las deportaciones de presos mexicanos que purgan
condenas en cárceles estadounidenses. Un número creciente de ex convictos sin
oficio ni beneficio, es soltado en las ciudades fronterizas mexicanas,
bullentes de ofertas criminales. Cien ex convictos son soltados cada año en las
calles de Ciudad Juárez.
3. 2006. El gobierno colombiano aumenta sus decomisos de
cocaína en 65 por ciento. Como consecuencia de la escasez, durante los
siguientes dos años se duplica el precio de esta droga, la más rentable del
mercado, que se vuelve a la vez más atractivo, más complicado y más violento
que nunca para los competidores.
4. 2008. México establece que los vuelos privados que entran
a su territorio desde el sur deben tener un primer punto de contacto fronterizo
en Cozumel o Tapachula. La medida interrumpe el canal de transporte que hizo la
grandeza del Cártel de Juárez, cuyo jefe, Amado Carrillo Fuentes, era llamado
El Señor de los Cielos porque en su flotilla de aviones con cocaína proveniente
de Sudamérica, no se ponía el sol. Bajo las nuevas restricciones del flujo
aéreo, el paso de la droga por tierra se vuelve asunto de vida o muerte para
las bandas mexicanas. Se crea una nueva realidad territorial: para tener
control del tráfico hay que controlar las rutas y las ciudades por donde cruza
la droga. Las bandas son obligadas a desplegarse físicamente por toda la
república. Empieza la gran batalla no por los cargamentos sino por los
territorios. El narcotráfico mexicano sigue siendo un negocio de venta de
estupefacientes, pero se vuelve también un negocio de dominio territorial. La
lucha por el dominio territorial reproduce las rivalidades de las bandas, a las
que además persigue el estado, con ejército, marina y policía federal. El
narcotráfico se vuelve en estos años una guerra de múltiples frentes. En
prácticamente todo el territorio nacional hay disputas armadas de las bandas
entre sí y de ellas contra los cuerpos del Estado, por el control del
territorio.(6)
Se consolida así una lógica de guerra universal entre bandas
bien armadas, que luchan a muerte por el dominio territorial de plazas y rutas
hacia los pasos fronterizos de mayor rendimiento: Tijuana, Ciudad Juárez, Nuevo
Laredo, Matamoros, Reynosa. El cártel del Golfo y los Zetas luchan por el
control de Tamaulipas contra el cártel de Sinaloa, de El Chapo Guzmán y El Mayo
Zambada. El cártel de Sinaloa pelea por Ciudad Juárez contra el cártel de
Juárez, de Amado Carrillo Fuentes, y mantiene su guerra contra el cártel de Tijuana,
de los Arellano Félix. Ambiciones y traiciones rompen el cártel de Sinaloa y
desatan otra guerra intestina, esta contra sus antiguos aliados, los hermanos
Beltrán Leyva. Para el año 2010, el Cártel de Sinaloa mantiene cuatro guerras
simultáneas: contra los Zetas y el Cártel del Golfo, contra el cártel de
Juárez, contra el cártel de Tijuana y contra su propia escisión.
Las guerras del cártel de Sinaloa son las más mortíferas,
explican 67 por ciento de las ejecuciones de aquellos años: más de 40 mil muertes.(7)
Pero el grupo criminal que cambia el eje de las cosas y hace la diferencia para
la sociedad mexicana, es el de los Zetas.
Conviene detenerse en la gestación de Los zetas porque
introducen en las guerras del narco una forma de control territorial
inexistente hasta entonces. De su modus operandi derivará un método de captura
criminal de los gobiernos locales y, como consecuencia de ésta, una captura de
la sociedad local, mediante diversas formas de amedrentamiento, control social,
despojo, secuestro y un sistema de pago de cuotas y derechos que envidiaría el
sistema impositivo de cualquier estado. Este es el eslabón último del crimen,
el lugar donde habría que dejar de llamarlo crimen pues empieza a ser otra
cosa: no el estado paralelo de que nos hablan las historias de la mafia
siciliana, sino una especie de propietario sustituto del estado, en particular
de sus formas municipales. Los Zetas son la organización criminal que inicia
este camino de captura de los gobiernos locales ya no por la complicidad
interesada, aquiescente o temerosa de estos, sino por su poder de coacción
directa sobre el espacio público y sus instituciones. El lugar de la república
donde llegó a sus últimas consecuencias este proceso fue Michoacán y, según
muestran los acontecimientos recientes, su vecino estado de Guerrero.
Los Zetas nacen como una guardia personal del jefe del
Cártel del Golfo, Osiel Cárdenas Guillén, un pequeño contrabandista de cocaína,
dueño de un taller mecánico, que fue escalando el mando del Cártel conforme sus
cabecillas eran presos o asesinados, alguno de ellos por el propio Osiel. Para
no negar el dicho de que hampa y crimen son caras de la misma moneda, se dice
que quien hace entrar en el negocio del narcotráfico al Cártel del Golfo, hasta
entonces sólo una máquina de contrabando tradicional, es el comandante José
González Calderoni, personaje inverosímil de las guerras mexicanas del narco.
Entre los hechos de su leyenda se cuenta el haber detenido al capo Miguel Ángel
Félix Gallardo, hasta ese momento, 1989, su cómplice y amigo. Se dice que
González Calderoni mantenía con su dinero una nómina paralela de policías en la
Procuraduría General de la República, donde fungía como un comandante más. Se
dice que estuvo presente en la reunión convocada en Acapulco por el propio
Félix Gallardo, ya preso, para definir los territorios que heredarían sus
bandas filiales. En esa reunión González Calderoni habría reservado para sí, y
para otro comandante, Carlos Aguilar Zárate, veterano de la Operación Cóndor de
los años setentas, el territorio tamaulipeco, con su generosa red de pequeñas y
grandes ciudades fronterizas: Nuevo Laredo, Reynosa, Matamoros, Ciudad Alemán.
Chava y Osiel se quedan con el campo en pie de igualdad,
aunque Chava procede como pareja dominante. Somete a sangre y fuego a los
grupos criminales sueltos del estado, controla la prensa, intimida y compra.
Osiel establece el canal de paso de la cocaína que viene de Colombia, cruza
Centroamérica, entra por Chiapas, sube por Veracruz, llega a la frontera y pasa
al otro lado. En el año 2009, un kilo de coca pura vale 2 147 dólares al salir
de Colombia. Al llegar a una ciudad fronteriza estadounidense, vale 34 700 y
120 mil en las calles de Nueva York.(10)
Osiel y Chava son buena mancuerna. “Medio Tamaulipas es de
Osiel y la otra parte del Chava Gómez”, dice Ricardo Ravelo, autor de un muy
legible retrato de Osiel Cárdenas. Juntos, Chava y Osiel dominan Tamaulipas por
dos años, 1996-97, sin que nadie lo sepa. Juntos caen presos por azar en 1998
sin que nadie comprenda lo que ya son. Juntos se escapan de una casa de arraigo
de la Siedo en la ciudad de México y regresan al dominio invisible de su feudo.
Pero el celo ha tomado ya su lugar entre ellos. Chava actúa como jefe y pide
constantes sumas de dinero a Osiel, como a un subordinado. “Oye compadre,
necesito que me mandes cincuenta mil dólares por favor”, dice Chava por el
teléfono. “Está bien, compadre. Te los mando este mismo día”, responde Osiel.
Pero al colgar dice a su séquito. “Mi compadre ya me tiene hasta la madre. Me
exige como si él no pudiera generar ingresos”.(11) Chava pide a Osiel que le
entregue el control de Reynosa. Osiel se resiste, no está dispuesto a trabajar
como empleado de Chava. Empieza a creer que su resistencia hará que Chava lo
traicione. Pensar que lo traicionan es una especialidad de la cabeza de Osiel.
Confiesa su temor a un agente federal, ex soldado, a quien tiene en su nómina
en la ciudad fronteriza de Miguel Alemán. El agente federal se llama Arturo
Guzmán Decena, un teniente del Grupo Aeromóvil de Fuerzas Especiales, GAFE,
cuerpo de élite del ejército destacado con funciones policiales en la frontera
de Tamaulipas. Guzmán Decena propone a Osiel crearle una guardia pretoriana
formada por militares que lo protejan de Chava y de todos. Osiel acepta y da el
siguiente paso en su cabeza: debe matar a Chava Gómez. Osiel Cárdenas se somete
a una cirugía plástica en Jalisco para ponerse pelo y hacerse la barba partida,
razón por la cual no acude al bautizo de su hija en Tuxpan, Veracruz. Deja los
preparativos en manos del propio Chava Gómez, padrino de bautismo de la
creatura. Repuesto de la operación, Osiel se cita con Chava en el puerto de
Mezquital, un punto del sistema lagunario de Tamaulipas al que llevan droga en
lancha desde las costas de Veracruz. Osiel recoge a Chava Gómez en el muelle de
Mezquital y lo sienta en el lugar del copiloto de la camioneta que él maneja.
En el asiento de atrás viaja Guzmán Decena. Todos son bromas y risas en el
trayecto hasta que Guzmán Decena saca una pistola y le dispara a Chava en la
cabeza. Los gatilleros de Chava que vienen atrás son asesinados. El cuerpo de
Chava es tirado en un zacatal con una pistola en la mano para sugerir que fue
muerto en un tiroteo. Nadie encuentra el cuerpo sino tres días después, cuando
un lugarteniente de Osiel llama a un periódico diciendo dónde está. El rumor de
la verdadera historia de la muerte de Chava Gòmez le gana a Osiel el apodo de
“El Mata Amigos”.(12)
Me detengo en estos detalles de la conducta criminal porque
sus raptos y desmesuras me parecen inherentes a la naturaleza del fenómeno. Sin
asomarse aunque sea un momento al interior violento y caprichoso de los jefes
criminales, es imposible entender la lógica a menudo atrabiliaria del narco,
sus cadenas causales impredecibles y la profundidad de las consecuencias que
pueden derivarse de un arranque de cólera o de la hipótesis de una traición. Osiel
Cárdenas Guillén es un paranoico pero es también un estratega. Sueña con un
imperio criminal, y lo va construyendo, Asegura de sus pares colombianos el
abasto de cocaína, extiende su red de policías compradas a todas las plazas por
donde pasa su mercancía desde Centroamérica, forma una red de abogados y una
cadena de periodistas que callan y hablan lo que les pide. Es clara su
necesidad de una red de sicarios que le permita hacer todo esto: expandirse y
defenderse, pues la guerra de las bandas de principios de siglo incluye la
batalla contra el Cártel del Golfo.
Los Zetas se expanden con el imperio criminal de Osiel bajo
la guía de Guzmán Decena. En julio de 1998, cuando Osiel confiesa sus temores a
Guzmán Decena y acepta que le forme un círculo de protección, el militar
deserta de su puesto y procede a crear la guardia del capo. Contrata a miembros
del Gafe y de otros cuerpos del ejército: el 7º. Batallón de Infantería, el 15
Regimiento de Caballería Motorizada. Los bautiza como Zetas y a sí mismo como
Z- 1, en recuerdo, se dice, de que los primeros que acudieron a su llamado
estaban adscritos a la base Zeta de la ciudad de Miguel Alemán, cuna criminal
de Osiel Cárdenas y lugar de encuentro de este con Guzmán Dedcena, el Z-1.
El Tísico ha tenido un problema personal con Armando
Valencia, uno de los jefes del Cártel del Milenio. Su esposa Inés Hernández
Osecguera, con quien El Tísico ha tenido un hijo, se ha puesto a vivir con
Valencia, a quien le ha dado otro hijo. El Tísico ha roto entonces con el
Cártel del Milenio y ha creado La Empresa y ofrecido a Osiel Cárdenas y al
Cártel del Golfo una base de entrada a Michoacán.(19) Los Zetas entran a
Michoacán de la mano de La Empresa. pero se toman pronto todo el cuerpo.
Establecen su base en Apatzingán, corazón de la Tierrra Caliente, y se
despliegan sobre la zona. Es un despliegue particularmente violento que
desplaza al Cartel del Milenio, con cien ejecutados en dieciocho meses y el
control sobre la región, la ruta y el puerto Lázaro Cárdenas ambicionado por
Osiel Cárdenas. Las extorsiones crecen como plaga sobre productores de aguacate
y limón, muy prósperos en la Tierra Caliente, pero también sobre otros
negocios, grandes y pequeños que engrosan “las filas de contribuyentes forzados
del impuesto zeta”.(20) En 2002 matan a Guzmán Decena, con relativa facilidad
para tratarse de quien se trata: mientras come en un restorán de mariscos. Pero
los Zetas siguen, ahora bajo el liderato, más impersonal y temible aún, de
Heriberto Lazcano, el Lazca, cuya fama sanguinaria no hace sino crecer.
En el año 2003 cae preso Osiel Cárdenas en una historia
digna a la vez de la tragedia clásica y de una mala novela moderna: una gitana
le lee la mano y le dice que alguien cercano habla mal de él. El único cercano
que hay en el entorno de Osiel, que vive en eterna fuga, es su valet y amigo
Paquito, de quien empieza a sospechar. Cuando Paquito descubre que Osiel
sospecha de él, sabe que irremisiblemente lo matará. Se entrega a las
autoridades como testigo protegido y les da las claves para detener a Osiel,
entre ellas su hábito de hablar todos los días con su familia en Matamoros y
los números de los treinta teléfonos celulares que el propio Paquito ha
organizado para que su jefe y amigo hable por uno distinto cada día y sea
inmune a las intervenciones telefónicas.(21)
Al momento de la detención de Osiel Cárdenas, los Zetas son
ya 300. No sólo militares de élite también sicarios selectos de otras
procedencias, pero todos con la disciplina del origen. Máquinas disciplinadas
de matar. La prueba de que hay ese nuevo actor mortífero en las guerras del
narco llega para los enemigos del Cártel del Golfo en el año de 2004, cuando el
Cártel de Sinaloa, luego de un reagrupamiento y algún pacto con el Cártel de
Juárez, decide tomar la plaza de Nuevo Laredo para dar inicio a la conquista de
Tamaulipas. El jefe del brazo armado del cártel sinaloense, Arturo Beltrán
Leyva, recluta pandilleros de la frontera y miembros de los temidos maras
salvatruchas para asaltar Nuevo Laredo. En enero de 2004 hay más de cien
asesinatos en la ciudad fronteriza. Más de 600 en todo el estado de Tamaulipas
ese año. Casi todos del lado de los invasores.
Durante los siguientes años, hasta la rebelión de las
llamadas autodefensas de la Tierra Caliente en el año 2013, la Familia ejercerá
sobre Michoacán el modelo Zeta de control y expoliación territorial, pero con
una dimensión completamente nueva en la guerra del narco, la del control
político y la solidaridad social del territorio. En 2009 algunos miembros de la
organización dicen ser nueve mil hombres armados, todos con adoctrinamiento
religioso en la funambulesca religión inventada por Nazario Moreno y resumida
en un su libro Pensamientos. Muchos de cuyos pasajes, dice Ioan Grillo, que lo
ha tenido en sus manos “tienen ese estilo de autoayuda evangélica que puede
oírse en sermones que se pronuncian desde Misssissipi hasta Río de Janeiro”.
Le pedí a Dios fuerza, y me dio dificultades para hacerme
fuerte. Pedí sabiduría, y me dio problemas para resolver. Pedí prosperidad, y
me dio cerebro y músculo para trabajar.(27)
Rafael García, presidente municipal de Coalcomán, describe
la captura de esos años:
Cuando yo ingresé a la administración, el primer mes de
enero, tuvimos una reunión en Las Bateas, en Apatzingán. Ahí se nos dijo que
finalmente les teníamos que dar el diezmo de lo que era del ramo de obras, y
aparte de lo que se consiguiera, ya fuera obra convenida u obra federal. No
había necesidad de que nos dijeran los vamos a matar, vamos a secuestrarlos,
era por demás. Mientras estuviéramos pagando no había amenaza, todos felices y
contentos. La policía municipal nos la tenían sometida, yo no mandaba. A mí me
mandaban a través de los comandantes de la policía municipal. Es una gran
presión sobre todo de la población, con la gente que tú te comprometiste de que
vas a hacer obra y programas sociales y no poder hacerlo. Es que tú estás
metido, estás coludido pero ¿yo qué hago? El que se atrevió a ponerles el dedo
ya no está aquí.(29)
El dominio sobre la economía local y sus rentas, es efectivo
también. A semejanza de lo que hace con los alcaldes, Servando Gómez, La Tuta,
puede convocar a una asamblea de productores de aguacate, limón o ganado, para
fijarles las cuotas que van a pagar por sus huertos y ranchos. Más tarde
tendrán el control directo de los huertos y dirán cuánto y cuándo puede
cosechar cada quien.
La Familia Michoacana y luego los Caballeros Templarios,
alcanzan también un grado de solidaridad social y de respaldo a sus métodos sin
antecedentes en otras organizaciones criminales, entre otras cosas garantizando
la seguridad, ejerciendo funciones de policía y protección contra otras bandas,
en particular Los Zetas. Es el momento culminante de lo que se ha llamado la
pax narca: ser los criminales más eficaces y confiables que la autoridad en materia
de seguridad pública.
Fátima Monterrosa, reportera del programa noticioso Punto de
partida, tuvo una experiencia directa de este fenómeno una noche de agosto de
2013, en Tumbiscatío. En la madrugada tocaron a su puerta y era Servando Gómez,
La Tuta, líder de Los Templarios. Le dijo que quería hablar, darle una
entrevista. A la mañana siguiente, a plena luz del día y con la gente reunida,
se presentó La Tuta en la plaza central de Tumbiscatío. Quería que lo
grabáramos, que fuéramos testigos de cómo lo recibía la gente. Una niña se
apresuró a besarle la mano, lo llamó padrino. La Tuta, con una pistola al cinto
con incrustaciones de metales y piedras, saludaba y ordenaba. Las mujeres
competían por ganar su atención, pedían dinero, favores, lo halagaban. La
presencia de la cámara no las disuadió.(30) En el entorno de la pax narca, las
fuerzas federales que actuaban en Michoacán terminaron siendo vistas como
“fuerzas de ocupación”, en parte, dice Denise Maerker, porque el enfoque
general de la intervención policiaca y militar se planteó en términos tajantes
de buenos y malos, de federación contra estado, de delincuentes y sospechosos
locales contra incontaminados miembros de las fuerzas federales.(31) Sigue
Denise Maerker:
El 10 de diciembre de 2010, la policía federal cerca a
Nazario Moreno en Apatzingán. Sigue un largo tiroteo después del cual Nazario
Moreno, “consciente de que las comunicaciones del cártel están intervenidas,
ordena que se difunda la noticia de que ha muerto” El gobierno da por buena la
noticia, que parece tener consecuencias cuando el 24 de enero de 2011, mediante
desplegados, mantas y volantes, la Familia Michoacana anuncia su disolución. Se
disgrega, dice, “en respuesta a todas las atrocidades, abusos y violaciones que
ha venido haciendo la PF contra la sociedad civil de Michoacán”. La disolución
no es sino una estrategia para trasvasar las redes de La Familia Michoacana a
una nueva organización, Los Caballeros Templarios, que se presenta en sociedad
en marzo de 2011 declarando que continuará con “las actividades altruistas que
antes realizaba La Familia Michoacana”.(37)
Epidemias de violencia en el Norte del país, particularmente
en Nuevo León, por una nueva etapa de la guerra intestina de las bandas, ahora
de Los Zetas contra su organización madre, el Cártel del Golfo, distrae la
atención federal de Michoacán y permite la consolidación del dominio de los
Caballeros Templarios en ese extraño clima de estabilización e incluso baja de
la violencia que suele darse cuando un grupo criminal tiene dominio cabal sobre
un territorio: la pax narca. La guerra contra el narco nos ha enseñado que
falta de violencia no quiere decir ausencia de dominio criminal. A veces quiere
decir lo contrario: dominio pleno.
El levantamiento de los autodefensas de la Tierra Caliente,
en buena medida bajo la protección o la tolerancia del ejército y la policía
federal, desembocó en una nueva intervenciòn federal en toda forma en
Michoacán, a principios de 2014, mediante el nombramiento de un Comisionado con
amplios poderes que desplazó al gobierno local y arbitró lo que parecia una
inminente guerra entre los Caballeros Templarios y las autodefensas. La
intervención, con un un acento menos militar y más político que las anteriores,
pareció devolver al estado un horizonte de tranquilidad pública ajena a la lógica
de la pax narca.
¿La guerra contra el
narco de los últimos años ha sido una guerra fallida o sólo una guerra
sangrienta? Eduardo Guerrero fue el
primero en fijar analíticamente, con rigor estadístico, la estrategia de la
guerra contra las drogas emprendida en el año 2007 por el gobierno mexicano. Las
líneas de esa estrategia eran que había que golpear a los grandes cárteles,
descabezarlos, fragmentarlos en bandas de menor tamaño que dejaran de ser una
amenaza para la seguridad nacional y se convirtieran, con el tiempo, sólo en un
problema de seguridad pública: bandas quizá más violentas pero de menor
capacidad logística y financiera, cuyos crímenes pudieran atenderse en
escenarios locales. Guerrero mostró con rigurosas mediciones que los costos de
la estrategia eran particularmente sangrientos, no tanto por el daño directo
que la fuerza pública causaba sobre las organizaciones, sino por la dinámica de
destrucción y autodestrucción que se generaba entre ellas. La captura o la
muerte de cada jefe, producía un doble efecto violento: el de la lucha interna
para suplir al capo caído y el de la ofensiva de las bandas rivales para
aprovechar la debilidad de la banda descabezada. Nadie pensó que la sangría
fuese tan larga y que pudiera prolongarse en el tiempo tanto como se ha
prolongado. No obstante, con un ajuste de prioridades hecha a partir del 2011,
en el sentido de concentrar los esfuerzos de persecución sobre las bandas más
violentas, esta fue la estrategia sostenida. Puede decirse de dicha estrategia
que ha costado más sangre de la que nadie previó. Pero quizá no puede decirse
que no ha funcionado porque lo previsto por ella es exactamente lo que ha
sucedido en estos años. Los grandes cárteles se han visto debilitados por la
captura y la eliminación de sus jefes y sicarios mayores y lo que queda de
ellos son bandas menores, desplazadas de las grandes ciudades y refugiadas por
su mayor parte en ciudades pequeñas y municipios aislados sobre cuya población
y territorio ejercen un dominio criminal de delitos cada vez menos vinculados
con las rentas del tráfico de drogas y cada vez más con la extorsión, el
derecho de piso, el secuestro, el robo y el terror crtiminal.(38) A partir del
cambio de gobierno federal, en el año 2012, la estrategia de combate al crimen
organizado se vio reforzada en la idea de perseguir prioritariamente a los
grupos más violentos y completada con una discreta pero efectiva decisión de no
perseguir el narcotráfico si éste no altera con sus luchas intestinas la paz
pública. Quizás sea cierto que la
estrategia funcionó y que asistimos a las convulsiones finales de la violencia
prevista: bandas que pueden ser más peligrosas pero no son más poderosas. Es
posible que lo que hemos visto en Michoacán y en Guerrero, en materia de
dominio y salvajismo criminal, sean los últimos estertores de una guerra y no
el principio revitalizado de otra. El paisaje después de la batalla parece ser
un periodo todavía largo de captura criminal en zonas débiles, municipios
aislados, ciudades menores y espacios urbanos marginales. A estas alturas del
desarrollo de aquella estrategia es difícil sostener que no se ha librado en
México una guerra civil. La pregunta es si esa guerra ha valido la pena y si ha
conseguido algo de valor equivalente a la destrucción de vidas y a la expansión
criminal que produjo.
Referencias:
1-Steven Pinker. The Better Angels of our Nature: Why
Violence Has Declined. New York, Viking, 2011. No sé si si es exacta para
referirse a este fenómeno la palabra insurgencia utilizada por Ioan Grillo en
su magnífico libro sobre el narco, o la expresiòn narcoinsurgencia, utilizado
por lapor la secretaria de estado Hillary Clinton, en algún momento de su
gestión (6 de septiembre de 2010), pero alude también a la dimensión extra o
supracriminal del problema. Ioan Grillo: El Narco. En el corazón de la
insurgencia criminal mexiana. México, 2012, Ediciones Urano. El título original
inglés: El Narco. The Bloody Rise of Mexican War Cartels. Bloosbury, London,
Berlin, New York, Sidney, 2001.
2-Fernando Escalante Gonzalbo El homicidio en México entre
1990 y 2007. Aproximaciòn estadística. México, Secretaría de Seguridad Pública,
2009; “La muerte tiene permiso”, Nexos, enero 2011 Eduardo Guerrero) Guillermo
Valdés: Historia del narcotráfico en México. México, Aguilar, 2013,pp. 400 y ss
3-Fernando Escalante. “Crimen organizado. La dimensiòn
imaginaria”. Nexos, octubre 2012.
9-La pequeña historia de este dúo en Valdés, Historia... pp.
245 y ss.y Ricardo Ravelo: Osiel. Vida y tragedia de un narco. México.,
Grijalbo, 2009, pp.91 y ss.
10-Ioan Grillo, El narco.... p. 222
17-Ravelo, Osiel...,p. 189.
18-Eduardo Guerrero: “La dictadura criminal”, Nexos abril,
2014-10-17. “¿Quién es El Chango Méndez?.”, Excélsior, 7 de enero de 2013.
20-Valdés, Historia... p. 267
21-Ravelo, Osiel..., p 195 y siguientes.
22-Ioan Grillo El Narco... p. 211.
23-Valdés, Historia..., p. 257
24-“Quién es el Chango Méndez?”, Excélsior, enero 2013.
25-Eduardo Guerrero: “La dictadura criminal”, Nexos, abril
de 2014.
26-“El despliegue de elementos de las agencias federales de
seguridad tuvo el efecto de contener el conflicto entre Golfo/Zetas y La
Familia Michoacana. La primera organización, a pesar de contar con mayores
recursos, fue la más golpeada durante los primeros meses del operativo
conjunto. En 2007 fue detenido Cipriano Mendoza Contreras, líder del Cártel del
Golfo en Michoacán. Aunque en los siguientes años Los Zetas continuaron
enviando células de sicarios para atacar a La Familia Michoacana, a partir de
entonces no tuvieron una presencia fija en el estado. Por lo tanto, además de
atemperar la violencia, el operativo conjunto tuvo también el efecto de
consolidar la posición de La Familia como la organización criminal predominante
en Michoacán”. Eduardo Guerrero: La dictadura criminal, loc. cit.
27-Ioan Grillo, El Narco..., pp. 310, 312
28-Eduardo Guerrero, “La dictadura...”, loc- cit.
33-Grillo: “Los jefes de plaza dirigen células, que son
semiautónomas. Ganan dinero en su territorio y lo pasan al mando, que a su vez
es el que trata con los capos. Más abajo están los sicarios, y por debajo de
estos están los halcones, que son los espías e informadores del cártel. Todos
utilizan apodo para saber el mínimo unos de otros. Cuando encargan un trabajo a
unos sicarios, estos por lo general, no saben no saben por qué se busca ese
objetivo. Se limitan a cumplir las órdenes”.
34-Ioan Grillo, El narco... p.334.
35-“Varios mensajes atribuidos a La Familia Michoacana se
dirigían en contra de Valdemar Alvarado Benítez El Rufo, líder de una célula de
sicarios de Los Zetas que operaba de forma intermitente en Michoacán durante
2009 y 2010”. Eduardo Guerrero, “La dictadura....”, loc-cit.
36-Guerrero: “La dictadura criminal”, loc.cit.
37-Un jefe clave, El Chango Méndez, se separa de Los
Caballeros Templarios y sigue con la etiqueta de La Familia para operar en
adelante con el apoyo de Los Zetas. La batalla entre los nuevos Caballeros
Templarios y la vieja Familia Mexicana terminará con la detención de El Chango
Méndez el 21 de junio de 2011. La caída de Méndez fragmenta su organización en
pequeñas bandas, algunas de las cuales se unen a los a los Caballeros
Temprarios, otras al Cártel del Milenio que sigue operando desde Jalisco, otras
más se establecen en municipios vecinos de los estados de México y Guerrero..
Eduardo Guerrero, “La dictadura criminal”, loc. cit.
38-Eduardo Guerrero: “La raíz de la violencia”, loc. cit.. A
propósito del estallido criminal de Iguala, que dejó un saldo de seis muertos y
43 desaparecidos en una sola noche de complicidad policiaca y ejecuciones
bárbaras de los dueños narcos de la plaza, incluida en ella la presidencia
municipal, el propio Eduardo Guerrero ha escrito: “Las organizaciones
criminales han reducido su presencia visible en las zonas metropolitanas y al
parecer están cocentrando susn operaciones (al menos las que generan más
violencia, como la extorsión) en ciudades pequeñas y en el ámbio rural”. Esto,
añade Guerrero, “supone un riesgo en el largo plazo para la gobernabilidad en
amplias zonas del país, pues fuera de los grandes centros urbanos las
instituciones tienden a ser más débiles, la cobertura de los medios de
comunicacióbn es menor y la poblaciòn tiene menos recursos y alternativas para
hacer frente a amenazas”. “Guerrero, la crisis que se anunciaba”,Revista Nexos,
noviembre 2014 (en prensa). Tomado de envío de escenarios alternativos